Asomada a la ventana veía caer los copos de nieve sobre las tejas de las casas cercanas. Brillante y del color de la pureza, de blanca belleza angelical. Mirando en un punto lejano, sus pensamientos fluían en un mar de ensueño. La nostalgia se había apoderado de su cuerpo, de su ser, desde el día en que le le vio marchar.

Recordaba que era un día parecido a éste, donde el frío se calaba en los huesos y la nieve caía en abundancia. Recordaba ese momento como si fuera ayer. Ha pasado un año y las estaciones han ido cambiando. Ahora, con la llegada de la nieve,sus pensamientos se dirigían a Rubén; el amor de su vida.

-Toc toc – el sonido de la puerta hizo despertar a Silvia.

-Silvia, llegarás tarde – le avisó su madre

-Salgo enseguida – respondó.

Cogío la mochila y se fue al instituto. Estaba terminando los estudios. Era su último año de carrera. Había elegido estudiar para ser veterinaria. Amaba a los animales y los consideraba de la familia.

Mientras caminaba sus ojos no podían evitar mirar la nieve que cubría todo el camino. Rubén volvía a su mente, de aquéllos tristes recuerdos que su mente recordaba y sus ojos se cubrieron por un velo de finas y pequeñas lágrimas. Todos su amigos y familiares le intentaron ayudar a recuperarse de la pérdida, pero en vano.

-Silvia! – le llamó Sarah – una amiga de toda la vida.

-Hola, Sarah – respondió

-¿Te encuentras bien? – preguntó cuando se acercó a ella

-Sí, si.. – Hoy no estoy muy habladora. Eso es todo. En fin – dijo para desviar de tema. Voy a entrar en clase.

Entonces Sarah se miró las puntas de los pies y se encontró con la blancura de la nieve. Su mente recordó el motivo de la tristeza de su amiga.

A la salida Silvia se fue directamente a casa. Se encerró en su habitación para no ser molestada. Se tumbó en la cama, cerró los ojos e intentó no pensar en nada. Dejar la mente en blanco. Necesitaba no pensar en nada. Y lo que consiguió fue caer en un agotador cansancio y quedarse dormida.

Un chico alto y delgado, aunque de complexión fuerte se reflejó en sus sueños. Estaba esquiando. Un profesional del esquí. Silvia besó a aquél chico que a punto estaba de hacer una importante carrera.  Todo el mundo aplaudía, gritaba emocionada. Mientras esquiaba,  gritos de emoción se convirtieron en gritos de terror al ver al esquiador en el suelo…una roca se interpuesto en su camino. La gente acudió a su encuentro y Silvia sollozando veía como se encontraba inconsciente e inmóvil en un manto de nieve de color rosada por la sangre que circulaba de un corte profundo en su pierna derecha.

Silvia se removía en la cama sudorosa y repentinamente despertó, chillando un nombre

-Rubén!, – se llevó las manos a la cara. Todo había sido un mal sueño

-Porqué, porqué, porqué… – se repetía una y otra vez. – llevándose las manos a la cara

-Silvia! – abrió la puerta su madre, preocupada.

-Estoy bien, estoy bien, mamá.. – una pesadilla. Eso es todo

Su madre se sentó en el borde de la cama mirando a su hija como sufría en silencio. En un silencio que se había convertido en una agonía constante para ella y para todos los que la querían. Tenía que hacer algo, no dejaba de preocuparse por ella, de su estado.

-Silvia, cariño. Tenemos que hablar – Le contesto suavemente. Y con su mano hizo ademán de que se acercara a ella.

-Dime, mamá – respondió aun sudorosa por la pesadilla.

Su madre no dijo nada. Ambas se miraron a los ojos y comprendió Silvia que mensaje le quería transmitir su madre. Su madre la cogió de las manos, le retiró un mechón que le caía sobre la frente.

-Silvia, ha pasado un año desde el accidente…y cómo sé que tu tristeza sigue en tu interior – le dijo suavemente – he querido investigar.

-¿Que has hecho qué?… preguntó dudosa

-Entre varias madres hemos intentado localizar o saber de Rubén,

-Silencio-

Silvia al oír su nombre percibió un ligero mareo pero leve…Rubén.

-Como sabes, después del accidente…no supimos más de él. Su familia se fue sin decir nada al extranjero y no tuvimos noticias suyas. Nos quedamos con una incógnita.

-Mama, sigue…

-Cariño, Rubén sigue vivo. No falleció.

Lágrimas surcaron por las mejillas de Silvia, quien llevándose una mano en el pecho, respiro, aliviada.

-Pero – prosiguió  su madre – no podrá volver a esquiar.

Los ojos de Silvia se abrieron de par en par.

-Tuvieron que  salvar su vida. Tenía la pierna muy mal y podía haberle provocado la muerte sino hubieran acudido rápido los médicos.

-Sabes si algún día regresará… – dijo con un hilo de voz.

-No lo sé, cariño. Sus padres me dijeron por teléfono que tal vez, pero no es seguro.

Pasaron los días y Silvia, pensaba en Rubén. Aliviada de saber de él, de saber que estaba vivo, cuando ella lo daba por muerto. Cuando su madre se lo dijo, se había quedado sin palabras y ahora estaba deseosa de que algún día apareciera… Albergaba en un interior una pequeña y diminuta esperanza.

Se encontraba tomando un café en la cafetería que normalmente frecuentaba, cuando percibió una sombra detrás de ella. Su piel se le erizó, su pulso aceleró y lentamente muy lentamente dio media vuelta para reencontrarse con la mirada de quien había llorado tanto tiempo. La de Rubén.

Rubén se encontraba detrás de ella. Sin poder articular palabra, la miraba, parpadeando de vez en cuando. Seguía siendo tan alto como lo recordaba. Sujetado por unas muletas que le permitían andar. Silvia se percató de su pierna. Ahora solo tenía una. Sobraban las palabras para ver sentir y ver que la pequeña esperanza que albergaba en su interior durante tanto tiempo se había cumplido. Rubén se hallaba a su lado.

Silvia sin pensar se sujetó a su cuello y volvieron de nuevo las lágrimas a surgir. Esta vez de felicidad. Y le besó como si fuera la primera vez en muchos años.

-Rubén, has vuelto – secándose las lágrimas – cuánto tiempo he pensado en este momento. En el que volvería a estar a tu lado.

-Silvia, lo he pasado muy mal… – dijo mirándose la pierna – También te añorado mucho y tenía miedo de que al no volver estuvieras con otro o ya no me recordaras…Ahora sé que durante todo este tiempo me has seguido amando.

-Rubén, no ha habido día en que no estuvieras en mi pensamientos y ahora con la llegada de la nieve… – silencio – aún más te recordaba. Prométeme una cosa, Rubén  – le dijo mirándole a los ojos, aún llorosos.

-Que deseas, Silvia….

-Que no te vayas nunca más de mi vida – besándolo de nuevo

-No volveré a irme, te lo prometo. Allí donde estés, yo estaré. Juntos. Te quiero Silvia.

 

 

 

 

 

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