Vi como te adentrabas, con tu tabla a cuestas, dispuesto a surfear esas enormes e impresionantes olas que te daban la bienvenida. Siempre seguro de ti mismo, mientras los demás miraban atónitos el oleaje que se avecinaba. El socorrista había colocado la bandera roja. Era imposible nadar e incluso para los mas atrevidos surferos, se les veía salir del agua.

Tenías una meta, aunque te costara la vida. Habías dedicado toda tu vida a surfear y siempre deseando que llegara este día. Tu gran día. Tu mente no estaba en otro lugar. Oías voces de lejos, no las escuchabas, haciendo oídos sordos de las advertencias de s.o.s.

Tu avanzabas sin miedo, mientras veías las olas, esas olas grandes y poderosas. Sueño de cualquier apasionado o loco del surf. Empezaste a adentrarte en el fondo del mar, hasta encontrar la ola perfecta que te llevaría al paraíso.

Jamas en la historia volvería haber un día como este. Tu día había llegado. El llavero de tu suerte como colgante besaste como señal de la buena suerte. Una gigantesca ola, jamás en la historia vista por nadie, empezaste a surfear. Surfeaste aquélla ola tan peligrosa, la cual te condujo al lugar del que nunca te volveríamos a ver.

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