Habían transcurrido unos años en busca del Elixir de la vida, el de la Eterna Juventud. Su búsqueda llegaba a su fin. Después de viajar por todo el mundo y ver lo inimaginable, arrodillado tras el cansancio acumulado y sediento de sed…Levantó la vista, aún nublada por las gotas de sudor que caían de su frente y ante sus ojos, contempló el paisaje que le envolvía. Había escalado una montaña que creía imposible.

A sus espaldas una puerta de piedra maciza marrón se hallaba cubierta del musgo verde y un cartel amarillento y roído por el tiempo, cuyas palabras escritas en una caligrafía de un rojo intenso decían: «Si Abres esta puerta, tu camino será seguir la vida eterna.»

Leyó de nuevo esa frase intentando entender lo que quería significar. Siempre se le habían dado mal los acertijos. Éste ere uno de ellos. Apoyó la mano sobre la gruesa puerta y entró con cautela.

Sus ojos contemplaron con asombro una vez adentro con un cierto cosquilleo en el cuerpo, preguntándose si debía o no regresar. Demasiado tarde. Oyó cómo si un golpe de aire cerraba la puerta detrás de sus espaldas. Se hallaba solo, dentro de una cueva de la cual sabría salir. El miedo empezó a surgir de sus entrañas cuando en la oscuridad de ésta, unos diminutos ojos le observaban en silencio.

El iris azul de sus ojos se fueron adaptando lentamente a la oscuridad. Aquellas paredes de un intenso negro le daban pavor. Era una cueva demasiado tétrica.

Una destello «blanco» llamó su atención al final del pasillo. A medida que se acercaba, éste brillaba con mas intensidad. Tuvo que parpadear varias veces para averiguar que no era un sueño ni ninguna alucinación. La oscuridad de las paredes de la cueva habían dado paso a ser de un plateado donde captó a sus lados a pequeños murciélagos que lo miraban con curiosidad.

Allí en medio de la nada una especie de escultura de una Diosa sostenía una copa. El contorno dorado de la copa, rellena de un líquido morado, parecido al del vino, hizo relamerse sus labios sedientos. Era o no era el Elixir de la vida…solo había una manera de saberlo.

Sostuvo la copa con ambas manos y bebió de ella con ansia. No sabía a vino…Su sabor era muy parecido a la sangre…Al terminar de beber, su piel empezó a volverse pálida, se tocó los labios y éstos estaban fríos como el hielo. Unos pequeños colmillos crecían en su boca.

-Bienvenido – le susurró una voz femenina. La viva imagen de una chica muy parecida a la estatua de la Diosa.

-Soy la Diosa de este templo o mejor dicho del Elixir de la Vida Eterna. Son muy pocos los que han podido y sabido llegar hasta aquí. Tú eres uno de ellos. La inmortalidad es tuya.

 

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