Flor compartía piso con una de sus mejores amigas; Sandra. Ambas compartían los mismos gustos y aficiones, por ello habían decidido compartir piso meses atrás. Una llamada bastó para que Flor conociera a Sandra a través de un cartel donde pendía su número de teléfono en el cual buscaba compañera de piso. Una llamada de Flor hizo que ambas conectaran. De esta forma fue como Flor llegó a a convivir con Sandra, compartiendo piso y demás gustos en una abarrotada Barcelona, donde el bullicio y el ir y venir de la gente formaba parte de el día a día.
Ambas eran estudiantes y también se ganaban la vida. Sandra estudiaba de día y de noche trabajaba en un Call Center. En cambio, mientras Flor se debatía los sesos entre estudiar filosofía o historia, dedicaba su tiempo a trabajar en una hamburguesería por las mañanas.
-¿Todavía no te has decidido? – le preguntó Sandra – mientras la miraba de reojo.
-Una cosa tengo clara…que las letras siempre me han gustado más. – dijo mientras no paraba de mirar el portátil en busca de documentación.
-¿Qué diferencia encuentras entre filosofía e historia? – preguntó, encogiéndose de hombros.
-La filosofía y la historia son complementarias. – empezó a explicar Flor. La filosofía se nutre de las distintas tradiciones filosóficas a partir de la historia. – dijo Flor, mirando a su compañera con la cabeza dolorida.
-¿Sabes? – No lo pienses, deja que te guíe tu instinto. A veces funciona. Deja de darle tantas vueltas, tal vez sea ese el problema – Aclaró Sandra.
-¿A ti te ha funcionado? – preguntó, inclinándose.
-A veces sí, a veces no. Es un riesgo que conlleva. Aunque normalmente a las mujeres no nos suele fallar el instinto… – dijo sonriendo.
Había transcurrido una semana desde la conversación mantenida acerca del tema y no volvieron a hablar de ello. Flor pensaba en las palabras que le había dicho su amiga y tenía razón. Así que decidió que el tiempo y el instinto le guiaran.
Flor se encontraba hojeando las hojas de una revista, mientras tomaba un café, cuando un artículo le llamó la atención. Retrocedió antes de girar otra página y se quedó mirando atentamente. Uno de los mejores profesores de filosofía iba a impartir clases en Barcelona, donde actualmente residía junto con su esposa Maggie y su hija Isabela.
-Tal vez sea una señal – se dijo a sí misma. Pensando en las palabras que le había aconsejado su amiga.
-Marcó el número de teléfono para apuntarse al curso – mientras esperaba, recortó la fotografía a color del profesor…
-¿Diga? – dijo una voz femenina de la operadora
-Buenos días…¿Quedan plazas libres para el curso de filosofía que imparte el profesor Rubén?
-Dame un segundo y se lo confirmo – una música empezó a escucharse mientars esperaba.
-¿Sigue ahí? – Efectivamente, sí todavía queda una plaza libre. Ha tenido suerte.
-Me gustaría apuntarme. Mi nombre es Flor. Si necesita cualquier dato personal, encantada se lo pasaré por e-mail.
-Sí, sería de gran ayuda. Gracias por su interés. – dijo la operadora, concluyendo la llamada telefónica.
Las clases se impartían por la tarde, facilitándole las cosas, ya que trabajaba de día y a los demás alumnos que como muchos otros estudiantes veinteañeros, dedicaban el tiempo a compaginar el estudio y el trabajo.
-¡Estoy muy contenta, Sandra! – llegando a casa feliz
-¿Y ese cambio?, a qué se debe… – preguntó curiosa Sandra
-Hice caso de tus consejo y mira – enseñándole el recorte de la revista. Me he apuntado a las clases de filosofía del profesor Rubén. Un gran filósofo; el más joven de nuestros tiempos.
-¡Humm!, anda que no esta bueno para ser profesor… – dijo echando unas risas.
-Mirándolo bien en la fotografía ha salido muy guapo – afirmó Flor.
-Haber, Flor – ¿Vas porque está bueno o por las clases? – pregunto sin dejar de reírse.
-Por las clases, Sandra, por las clases – sin dejar de pensar para sus adentros el interés que crecía adentro suyo – mientras con las yemas de sus dedos trazaba el contorno de su silueta.
Quería mostrar una buena impresión el primer día de clase, así que se tomó el día libre y fue a la peluquería para arreglarse las puntas quemadas por los rayos de sol y algo descolorido por los efectos de la piscina. Le gustaba llevar el pelo largo con sus mechas doradas resaltando sobre sus verdes ojos.
Antes de irse se miró en el espejo terminó de vestirse con una camiseta de tirantes y una falda veraniega. Cogió su bandolera y se encaminó hacía la academia. Era principios de septiembre pero el bronceado del verano todavía había dejado huella en ella.
Al entrar en el aula, unos quince alumnos habían ocupado sus asientos. Entre ellos, uno estaba vacío. Se encontraba en medio del aula. Discretamente, Flor se sentó. Colocó su cuaderno de notas en un lado de la silla, entrecruzando las piernas.
Mientras prestaba atención al profesor, se entretuvo mirando las facciones de ese hombre cuyos cuarenta años no aparentaba. Sin darse cuenta empezó a analizar a Rubén. De complexión delgada y rostro varonil, empezó a escucharle contemplando aquellos labios finos, de voz cauta y serena.
Al finalizar la clase, todos los alumnos fueron recogiendo sus cosas. Flor fue de las últimas en irse. Algo en su interior la detenía. Pero aunque deseaba presentarse, al haber llegado tarde, sabía que hoy no tendría ocasión.
-Espere un segundo… – la cautivadora voz de Rubén la llamó
-¿Es a mí? – preguntó discretamente Flor – girándose despacio
-Acérquese un segundo, por favor – le indicó.
-¿Cómo se llama? – he pasado lista a todos, menos a usted. – dijo sin dejar de observar aquellos ojos verdes.
-Flor, me llamo Flor. – retirándose un mechón de sus cabellos
-Encantado. Una cosa mas… – La próxima vez sea puntual, por favor.
-Así lo haré, profesor. – Lo siento, ¿algo más?
-No, por el momento…
Rubén vio se alejaba moviendo las caderas aquella chica que de algún modo le había dejado pensativo. De andares femeninos y seguros, se alejó cerrando la puerta sigilosamente, sin antes mirarlo de nuevo con esos ojos que le habían hipnotizado de alguna forma.
-Hasta mañana, profesor – se despidió, cerrando la puerta.
Una vez en la calle se sentó en una cafetería pensando en las clases y en el profesor. Su mente empezó a divagar por ideas disparatadas, sin sentido. Empezó a sentir curiosidad por conocerlo, querer saber de él… – ¿Qué hacer para que Rubén se fijara en ella?.
-¿Como han ido la primera clase, Flor? – pregunto Sandra cuando llegó a casa.
-Bien.. – dijo con voz cansina
-¿Bien? – enarcando una ceja… – Flor, te conozco desde hace tiempo y cuando estás así es que hay algo más… o me equivoco.
-La clase me ha gustado…pero el profesor aún más.
-¿Eso es malo? – pregunto. – oh oh! – Flor, para…Recuerda que está casado.
-Lo sé, Sandra. Lo sé…Solo es un sueño. Y ya sabes que los sueños, sueños son. – le dijo para que dejara de preguntar.
Ambas rieron y empezaron a contarse las cosas que habían vivido durante el día.
Por la noche, apenas podía conciliar el sueño. Mirando hacia el techo se preguntó a si misma que le estaba sucediendo…Su compañera tenía razón; era su profesor. Pero lo que desconocía Sandra era que Flor se estaba obsesionando con él. A medida que iba a sus clases se quedaba observándolo de manera absorta. Tenía a Rubén en sus pensamientos. Lo más interesante es que siempre terminaba con una frase para que sus alumnos pensaran y reflexionaran sobre ella.
-Bueno, ¿alguien tiene alguna pregunta? – prosiguió Rubén, mirando a los presentes.
Flor no había prestado mucha atención, así que no dijo nada y los demás tampoco…
-Finalizando la clase de hoy – prosiguió – reflexionad sobre la siguiente frase de hoy: «La cosa más difícil es conocernos a nosotros mismos».
Todos los alumnos recogieron sus libros al igual que Flor, mientras pensaba en la frase que había mencionado. Miró su reloj de pulsera y se percató de que llegaba tarde a la parada del bus. Intentó salir del aula más rápidamente posible guardando sus cosas pero cayó de rodillas. No vio el escalón que conducía a la salida.
-Oh no! – Exclamó – mientras recogía dos de los libros que de la bandolera habían sobresalido tras la caída.
-¿Te encuentras bien? – una voz procedente del fondo, la del profesor que aún seguía en el aula, fue al auxilio de Flor.
-¡Te has hecho daño! – exclamó, con tono preocupado, mientras sus miradas se cruzaron por fracciones de segundos.
-Sí, si.. – un rasguño en la rodilla – dijo mientras seguía recogiendo los libros.
-Te ayudo – acuclillado junto a ella. – Mientras sus miradas se clavaron por fracciones de segundos, como si fueran eternos – ofreciendo los libros. del suelo.
-Gracias. – dijo en tono sutil.
Rubén la ayudó a levantarse y percibió que cojeaba.
-Déjame acompañarte… – me quedaré más tranquilo.
-Oh, no tiene porqué… – no se moleste.
-Insisto – le dijo Rubén.
-Gracias, profesor. – dedicándole una de sus sonrisas.
Se aproximaron al coche. Como un caballero le abrió la puerta del copiloto y la asió de la cintura y ayudó a Flor a acomodarse y una vez en el coche Flor le indicó donde vivía.
-Me puede dejar aquí mismo…vivo en ese portal; número 66. – señaló
Rubén aparcó al lado de un acera. Un silencio se prolongó en el coche antes de que ésta saliera.
-Muchas gracias por todo, profesor – besándole en ambas mejillas.
-No me las tienes que dar.
-¡Llegas tarde! – repuso Maggie, la esposa de Rubén
-Hola cielo… – me he entretenido, lo siento – besándola en los labios.
Maggie, la esposa de Rubén era de carácter mas estricta. Abogada de profesión siempre había crecido en un mundo donde las leyes y las normas eran primordiales…y también las aplicaba al matrimonio. Lo que conllevó que el matrimonio de Rubén se convirtiera con los años en un matrimonio más bien monótono, respetando una rutina que en ocasiones le gustaría des hacer, pero por respecto a su mujer y a su hija Isabella, nunca optó por decir.
Quien calla, otorga, se repetía muchas veces…Aunque a veces no es la mejor de las opciones.
-Rubén la semana que viene tendré que estar de viaje durante una semana – le advirtió su mujer.
-Sé – prosiguió que estás dando las clases por la tarde… – frunciendo los labios, pensativa
-Lo dices por Isabella, verdad? – le dijo a su mujer.
-Como bien sabes, he empezado el trabajo – continuó Rubén – así como tú te tienes que ir de viaje por temas de negocios. Pero no puedo permitir dejar el trabajo de profesor.
-Y entonces, ¿cómo encontramos una niñera en tan poco tiempo? – le contestó.
-Todo tiene solución. Hallaremos una, no te preocupes. – intentó tranquilizarla.
Pasaron dos días sin novedades. Rubén siguió con sus clases mientras por otro lado Flor seguía intentando averiguar que es lo que veía en ese hombre que la cautiva tanto, sin dejar de estudiar a la vez. Tenía el proyecto que entregar. Cada frase que decía Rubén equivalía a un proyecto que contaba como nota. De esta forma hallaba respuestas distintas en cada uno de sus alumnos.
En este caso el proyecto consistía «la cosa mas difícil es conocernos a uno mismo». A final de semana se entregaría el proyecto de cada uno.
Flor solía apagar el teléfono móvil pero ese día se le había olvidado hacerlo y en medio de la clase empezó a sonar.
-Lo siento – se disculpó – saliendo del aula con la máxima discreción.
-Si, yo misma… – ¿Qué?, pero… – Aturdida, sin comprender. Quedó mirando el móvil con la mirada ausente. La habían despedido del trabajo.
Entró en el aula, desanimada y triste. Su rostro era un poema que retrataba la inmensa tristeza que le invadía en ese momento. Intentó serenarse, en vano y una vez en su asiento una lágrima surgió de sus mejillas, mientras que con su lacia melena ocultaba su desolada tristeza.
-¿va todo bien, Flor? – una mano se posó en su hombro.
Alzó la cabeza y se encontró con el rostro de Rubén, preocupado.
-La clase ha terminado – le dijo con delicadeza.
-Oh… – he perdido la noción del tiempo – respondió recogiendo sus cosas.
-¿Te preocupa algo… sospechando.
-No, no… – Nada. – Tal vez no pueda venir el próximo mes, cubriéndose el rostro evitar que la viera llorar.
-Eres mi alumna y como profesor también me preocupo.
-He recibido una mala noticia. Me han echado del trabajo – respondió
-Flor tal vez no fuera donde debías trabajar… – míralo de esa forma. – Te encontrarás mejor – le respondió mientras en se tocaba la perilla, pensativo.
Por las noches Flor las dedicaba al proyecto y a pensar en cómo sería su vida si ella fuera la mujer de Rubén. Y en la suerte que tenía ésta de serlo. Dejo sus pensamientos a un lado y se centró en buscar información sobre el profesor. En la red encontró bastante información que le podría servir en un futuro y además era joven y poseía sus armas de mujer que podría utilizar en el momento adecuado. Sólo era cuestión de esperar. ¿Cómo hacer que se fijara en una estudiante como ella?
Mientras en el otro extremo de Barcelona, Rubén apoyado en la cabecera de su cama pensaba en la forma de ayudar a Flor…¿Qué tenía esa chica que no dejaba de pensar en ella..?. Por otro lado tenía que centrarse en buscar a una niñera de día para su hija Isabella mientras su mujer estuviera ausente y para ello se debía apresurar. No tenía mucho tiempo. Cerró los ojos y cuando los cerró la vio la imagen de Flor reflejada. Se irguió y una idea empezó a cobrar vida…¿Y si Flor accediera a aceptar a ser la niñera de Isabella?, ahora que se había quedado sin trabajo…
-Buenos días, querido -le dijo Maggie a su esposo mientras ésta preparaba el desayuno junto a su hija.
-Buenos días Maggie, ¿cómo has dormido? – aunque éste ya sabía su respuesta.
-Maggie, tal vez conozca de alguien interesada en cuidar de Isabella mientras estés ausente… – dijo sin más Rubén. – sorbiendo el café, despacio mientras pensaba en Flor.
-¿En quién? – insistió Maggie arrugando en el ceño
-Bueno, ten paciencia. Todavía no se lo he dicho pero puedo proponer esta tarde.. – si te parece bien.
-Silencio-
-Tenemos poco tiempo… dijo pensativa Maggie. Pero…si acepta, antes quiero que los tres tengamos una entrevista con ella. – respondió mirando a su Rubén pensativa.
Flor se levantó desanimada y sin ganas de nada…pensó en la posibilidad de no ir a clase y centrarse en la investigación del proyecto y del profesor. Conocer sus gustos, sus aficiones, saber todo de él. Su mente no paraba de pensar en Rubén, de soñar con él y tener sueños eróticos que la hacían levantarse aún más ansiosa de saber cuánto le fuera posible. Navegó por las redes, escudriño detalles de su vida. Desde donde nació hasta qué le hizo convertirse en profesor de filosofía y casarse con su esposa, Maggie.
Maggie, Maggie, Maggie… para Flor suponía un obstáculo. Era su mujer y Rubén antes querría más a su mujer que a una simple estudiante como ella…Una cosa tenía en mente y era que Rubén tenía que ser suyo. Era suyo. Debía ser suyo.
E investigó sobre ella también. Una abogada muy estricta que tenía muy poco de su vida social en las redes. Tan solo aparecía en el boletín de abogacía como una de las más prestigiosas abogadas femeninas que había en el colegiado de abogados.
-Toc, toc… – ¿Quien podía ser a estas horas? – Sandra se encontraba en el trabajo…
Al abrir la puerta se encontró con la mirada de Rubén, observándola. Intentaba analizar en su mente el motivo de su visita…
-¿Interrumpo? – preguntó discretamente, Rubén.
-Oh, no! – en absoluto…solo que no esperaba visita. Pero pase, pase, no se quede ahí afuera…
-¿Cual es el motivo de su visita? – dijo algo incómoda sin saber el porqué
-Hoy no he te visto en clase….ah, y por favor me puedes tutear – dijo con una fina sonrisa de sus labios.
Flor se sonrojó. Sus mejillas sonrosadas se notaban con el contraste de su piel.
-Perdona el desorden, pero es que hoy no me he encontrado bien. – le dijo con una dulce voz mientras su mente pensaba que había permanecido en casa escudriñando en las redes sobre su vida personal….
-Sé que te has quedado sin trabajo…- pero si te preocupa el que no puedas asistir a mis clases, no tienes de qué preocuparte. Eres muy buena alumna. Lo podemos solucionar. Además – continuó entrelazando los dedos – he venido a proponerte un trabajo… – si te interesa, claro. – mirando a Flor con detenimiento.
-¿De qué se trata? – ahora aceptaría cualquier trabajo. – ¿Café? – sugirió mientras se levantaba hacía la barra de la cocina para preparar dos cafés.
Bueno – prosiguió Rubén. Verás… – Mi mujer se tiene que ausentar una o dos semanas por motivos de trabajo y no podrá estar con Isabella; no podrá estar con ella ni recogerla al colegio ya que yo también estaré trabajando… – así que ¿te gustaría ejercer de niñera por unos días de mi hija? – Sé que es mucho pedir y tal vez no quieras y lo entenderé…
-Oh, claro! – por supuesto, Rubén. Y ya no es por el trabajo. Deseo ayudarte, en serio. Se me dan bien los niños. Tengo a mis sobrinos que son pequeños todavía y a veces los he cuidado. Puedes contar conmigo – dirigiendo una tierna mirada mientras su mente pensaba en que de esta forma sería una manera de acercarse más a él.
-¿Accedes, entonces? – preguntó
-¡Por supuesto! – Encantada y más si se trata de tu hija.
-Ah! – se me olvidaba – antes mi mujer quiere hacerte una entrevista. No creo que diga lo contrario. Pero desea conocerte…
-No te preocupes – Allí estaré… – djjo asintiendo.
-Tranquila – yo vendré a recogerte…Eso sí sigue viniendo a mis clases, por favor.
-Así lo haré. – dijo mientras se despedía.
Flor no podía creer la buena racha de suerte que el destino le había preparado. Mientras recogía las tazas de café una doble personalidad empezó a desarrollar. La primera la de la Flor educada y estudiante y la segunda la de la obsesiva. Una flor que aparenta ser una persona cuando en realidad dominaba su mente perversa y dominante hacia Rubén. Convirtiéndose en una persona obsesiva y enferma.
El día de la entrevista se acercaba, o mejor dicho tendría que decir el día en que conocería a la mujer de Rubén y se conocerían por primera vez. Para ella Maggie suponía un obstáculo entre ella y Rubén que pronto tendría que resolver. Todo a su tiempo. Ahora debía dar una buena impresión.
-¿Maggie? – llamó Rubén mientras entraba por la puerta, acompañada de Flor. – ¿Estás en casa?
-¡Hola, cariño! – he llegado hace unos minutos. – respondió Maggie, acompañada de Isabella, que al ver a su padre se lanzó a sus brazos.
-¡Papá, has llegado! – dándole un estrecho abrazo
-Qué hermosa es – se parece a su padre – respondió Flor haciéndole una carantoña a Isabella.
-Isabella, ¿ves a la habitación? – papá y mamá hemos de hablar – le contestó
-Esta bien… – respondió Isabella – enojada.
-Pasemos a la sala – aconsejó Maggie.
Flor se sentó enfrente del matrimonio y la primera en hablar fue Maggie
-Bueno, Flor, ¿verdad? – estrechándole la mano formalmente.
-Bueno – prosiguió. Mi marido me ha comentado que podrías cuidar de Isabella en mi ausencia… – pero antes me gustaría saber qué experiencia tienes con los niños.
-Como le comenté a su marido, me gustan mucho los niños y en ocasiones he cuidado también de mis sobrinos pequeños. También me gusta dibujar retratos.
-Mi ausencia sería de unas semanas – intervino Maggie. – preocupada.
-Maggie yo creo que Flor es capaz de cuidar de Isabella e ir a recogerla al colegio. Es muy responsable. Yo mismo lo he comprobado en mis clases. – tranquilizando a su esposa.
-Si hay alguna cosa que necesite saber….es decir, si es alérgica o toma alguna medicación. – intervino Flor.
-Oh, no. Nada de eso – aclaró Maggie.
-Entonces te daré mi número de teléfono para que así, si hubiera algún problema o cualquier cosa poder localizarme, en el caso de que mi marido Rubén no pudiera.
-De acuerdo – dijo flor aceptando.
Isabella había estado escuchando la conversación. Cuando la puerta se cerró, llamó a su madre.
-Mamá, mamá…¿Porque tengo que tener a una niñera? – dijo enfadada
-Isabella no quiero enfadarme contigo, pero Flor es una buena chica. Ya veras como te acabara gustando. – le dijo con cautela.
-¿Porqué? – no lo entiendo.
-Mamá se tiene que marchar unas semanas y necesitamos a alguien que cuide de ti mientras papá trabaja, ya que yo no estaré.
Isabel enfadada empezó a subir las escaleras y se fue a su habitación. Todavía no había podido entrar en razón.
Maggie dio un beso a su marido y otro a su hija y con su maleta de viaje emprendió el camino hacía el aeropuerto. Entregó a Flor una lista de teléfonos de localización,y algunas notas de lo que no debía hacer Isabella, a que hora se tenia que ir a la cama…
-Buenas noches Flor – recuerda, estas en tu casa – le volvió a reafirmar Rubén.
-No se preocupen, Isabella y yo nos lo pasaremos muy bien
Flor se dirigió en el sofá donde estaba Isabella. Se sentó a su lado y empezaron a hablar:
-¡Hola Isabella! ¿No me dice nada..? – le preguntó a la niña
-Hola… – dijo tímidamente Isabella
-No te gusto ¿verdad? – sabes…cuando te vi me recordaste a mi cuando tenia
tu edad. Te veo una niña fuerte de carácter, ¿me equivoco?.
-Como puedes saber como soy si no me conoces?, le contestó la niña
-Me enseñas tu habitación?…le dijo Flor cambiando de tema.
-Si claro, es ahí arriba.
Las dos subieron las escaleras y Flor conducida por la niña fue guiándose hacia el interior de la casa. Al entrar en la habitación Isabella se sentó en su cama, tambaleándose y mirando a Flor.
-Oye Flor… – ¿mama te ha dado algunas notas?- pregunto
-Sí, si que me las ha dado. Pero eso no significa que las cumpla – respondió
-No te entiendo…
-Muy sencilla Isabella, te pondré un ejemplo para que lo entiendas. Por ejemplo es como en el colegio te dan deberes y te dicen de hacerlos pero tu vas y no los haces… – le explicó.
-Pues yo hago lo mismo. No sigo las instrucciones de tu mama ¿entiendes?
-Y entonces, ¿cuales son las tuyas? – dijo dudosa
-Las mías, son muchas. Pero de momento te dejare ver la tele, irte a dormir hasta tarde, lo que tu quieras hacer…
-¡En serio! – contestó animada.
-¡Claro!, totalmente en serio. Oye…¿puedo echarle un vistazo a toda la casa?
-Claro que si, me caes bien. Nunca había tenido a una niñera como tú – añadió Isabella
-Soy tu amiga, una amiga especial. Lo puedes considerar así. Te enseñare mucho ya veras – dijo Flor.
Flor se paseo por toda la casa, por cada rincón, lo observaba todo desde un cuadro a un simple objeto. Era como si lo grabase todo, recordando detalle por detalle. En cambio Isabella dejo de tambalearse en la cama y bajo las escaleras y puso la música alta. Sara no le dijo nada, seguía mirando la casa, sin hacer caso a lo que hacia Isabella. De cada vez Isabella se iba creyendo lo que le había dicho.
Ahora Isabella veía en Flor una verdadera amiga, como ella había dicho era especial. Y así pasaron toda la noche haciendo mil unas.
Entonces Isabel le pregunto a Sara – Mama no quiere que como chocolate -¿que le ves ha decir cuando vea el tarro vacío? – pregunto algo atemorizada.
-Nada. No te preocupes, diré que me lo he comido yo.
-Un día de estos os enseñare a ti a tu padre la sala donde tengo todos mis
cuadros…
-Yo quiero pintar ¿me enseñaras? – pregunto entusiasmada.
-Claro que si – será mejor que descanses, Isabella.
-Buenas noches, Flor – dijo la niña, esbozando un bostezo
-Buenas noches, Isabella.
Sentada en el sofá su mente empezó a maquinar la forma de poder llegar a tener controlada la situación. La peor lucha es la que no se hace. Había conseguido el primer paso; que Isabella le cayera bien. De esta forma Rubén vería en ella a la mujer perfecta y de esta forma conquistarlo. El conocimiento es poder. Pero el conocimiento que albergaba no era el de la sabiduría propia de una estudiante, sino de el de una psicópata con otras ambiciones…
-Buenas noches que tal ha ido?- preguntó Rubén al llegar. – Disculpándose por el retraso. – entre que Maggie ha tenido que marchar de noche y la cena de empresa que ha durado más de lo que pensaba…
-Nos lo hemos pasado muy bien, respondió Flor – tienes un encanto de niña.
-¿ Se ha portado bien Isabella?, pregunto… – algo dubitativo.
-Oh, sí. – Eres afortunado de tener una hija tan responsable.
Flor se levantó del sofá par coger su chaqueta cuando Rubén advirtió que se le había olvidado comentarle un detalle a Flor que le había pasado desapercibido…
-Flor, espera.. – alargando una mano.
-Sí.. – respondió dándose la vuelta
-Se me olvidó comentarte una detalle – carraspeó Rubén. – ¿Te importaría quedarte aquí, en la habitación de invitados?. Para estar más cerca de Isabella y por otro lado no tener que desplazarte cada día, ya que vivimos a distancias separadas.
-¡Oh! – Por supuesto – pero… – prosiguió ¿tú mujer está de acuerdo?. – retirándose uno de sus lacios cabellos detrás de la oreja.
-Sí lo está. Lo hablé con ella y reconsideró que estaba en lo cierto… – afirmó
-De acuerdo. Ningún problema. ¿Te importa que avise a mi compañera de piso, para que no se preocupe? – dedicándole una sonrisa.
Mientras hablaba con Sandra, su mente no dejaba de dar vueltas. Había conseguido entrar en su vida. El paso más importante. Ahora quedaba el resto…ganarse su confianza aprovechando la ausencia de su mujer.
Los día iban transcurriendo Flor iba desarrollando una doble personalidad;
La primera la de la Flor educada y buena y la segunda la de la obsesiva flor. Una flor que aparenta ser una persona cuando en realidad dominaba su mente perversa y dominante hacia Rubén. obsesiva y enferma.
Rubén veía cada día que pasaba a una chica madura por su edad. Poco a poco como si una venda llevara en los ojos, veía en Flor a una mujer excelente que adoraba a su hija y le enseñaba cosas distintas a la que su mujer pudiera aportar. Como la pintura, enseñarle a dibujar, actividades que motivaran a su hija a un bienestar…
Un día encontró a Flor planchando unas camisas que normalmente solía llevar.
-Oh, no te preocupes, mujer. – No tienes porqué hacerlo. Suficiente tiempo estás con Isabella para que ahora lo dediques a mí – esbozando una sonrisa.
-Deseaba hacerlo – te veo cansado cuando llegas por las noches. – Insistió con una su dulce mirada.
-Eres tan… – especial. – susurro Rubén.
-Tú también lo eres – Rubén.
Ambos estuvieron a punto de besarse, pero fueron interrumpidos por el teléfono. Era la Maggie.
-¿Cómo? – dijo Rubén en tono enfadado.
-Un mes! – Maggie entiendo que sea tu trabajo y lo respeto…Pero piensa que tienes a una hija. – enojado.
La discusión fue acalorándose más hasta que colgó. Rubén se sentó en el sofá, cansado. Angustiado de ver cómo su mujer le parecía importar mas su trabajo que su familia.
-Rubén – apoyando una mano en su hombro, cautelosamente…
-Sí.. – respondió agotado.
-Si necesitas algo, estaré en mi habitación – ¿de acuerdo?
-Gracias, Flor – a veces pienso; qué haría yo sin ti.
El acercamiento entre los dos iba aumentando cada día más. Flor hacía todo cuanto estaba en su mano para que Rubén se fijara en ella y así era. Eran constantes las noches en las que cuando llegaba a la casa, quedaba mirando a Flor en el umbral de la puerta. Dormía plácidamente de espaldas con un bluson rosa pálido de finos tirantes. En ocasiones se sentía tentado por la que era su alumna y ahora la niñera de su hija.
Una noche de tantas otras, estaban cenando los tres en la mesa, como si de una familia se tratara. Por la noche se acostaron temprano. Isabella tenía colegio al día siguiente y Rubén aprovechó un momento de tranquilidad tumbándose en el sofá por unos minutos.
-Rubén me iré al dormitorio – mañana tengo que madrugar.
-Claro, Flor. Descansa.
La tentación por Rubén aumentaba, cada detalle de su vida le importaba. Hasta los celos y malas rachas de su matrimonio jugaban a su favor. Aunque era difícil seducirlo, era un hombre y pronto caería en sus brazos. Tenía que ser suyo. El no le pertenecía pero ella si estaba ligada a él. Debía sentir su calor. Desde el día en que entró en el aula sabía que entre ambos habría más que una relación de profesor y alumna.
Rubén no tardó en subir los peldaños de la escalera, cuando se dio cuenta de que Flor había dejado medio entreabierta la puerta de su habitación. La curiosidad mata al gato… pero a él le atrapó. La curiosidad pudo más que el cansancio y se quedó a observar como se iba quitando las prendas, dejando un cuerpo joven y hermoso de piel tersa y suave. Se tocó el cuello con tal elegancia como la de un cisne.
A través del espejo Flor se sentía observada. Sabía que Rubén la observaba y con una sonrisa en sus labios empezó a quitarse las medias negras con sutil elegancia y muy despacio. Se retiró su largo pelo hacia un lado dejando entrever de nuevo su fino y largo cuello. Al darse la vuelta unos exuberantes pechos descubiertos sobresalían de debajo de su sujetador.
Una voz en la cabeza de Rubén le decía que se alejara otra que entrara…
-Rubén, ¿estás ahí? – cubriéndose con una bata semitransparente.
-Me iba a acostar – se excuso.
-Puedes entrar – le invito.
Intercambiaron unas pocas palabras pero una mirada decía mas y tenía más sentido a sus deseos. Las fuertes manos de Rubén se acercaron a su cintura y el deseo empezó a crecer en Flor y en Rubén. Flor tenía a Rubén en sus mangas. Lo deseaba con fervor y una pasión incontrolada. Quería que solo fuera para el, pero había un obstáculo en su camino; su nombre era Maggie.
Sus besos eran apasionados, aunque en la mente de Flor algo más que pasión, sino obsesión iba apoderándose de ella hacia el hombre que tenía consigo. Lo deseaba con tal fuerza que los besos se volvieron mordiscos y las caricias en arañazos de un deseo que empezó a cegar a Rubén del mundo real y a volverse vulnerable y débil.
Una mañana Flor colgó en la habitación el cuadro que había pintado. Un retrato de Isabella junto a su padre y al lado de Rubén se encontraba Flor.
-¡Que bonito, Flor! – me gusta mucho le dijo Isabella
-¿Me ayudas a colgarlo? – dijo con una sonrisa
-¡Claro! – seguro que a papá le gustará.
Después de muchas noches de desearse mutuamente, se encontraban yaciendo juntos cuando la puerta se abrió sin ellos percatarse de que alguien entraba en la casa. Alguien estaba subiendo los peldaños hasta que llegó a la habitación de donde procedían los gemidos.
-Vaya, vaya… – dijo sarcásticamente Maggie
-Puedo explicártelo… – dijo Rubén, alterado al ver a su mujer recién llegada.
-Rubén tiene un corazón de oro y no merece que su mujer le trate de esta forma – insinúo Flor.
-Flor, estás mejor callada. – Lo único que sabes hacer es abrirte de piernas.
-Somos lo que pensamos – mirando a su alrededor.
-Maggie, hablemos con tranquilidad.
-Rubén, no hay nada de que hablar. Nuestra relación ya se estaba desmoronando y tú has sido el vaso que ha colmado el agua.
-Dile a Isabella que sigo de viaje… – No me gustaría que viera esta escena.
Maggie cogió sus cosas y se fue dejando un vacío en al casa que jamas había experimentado Rubén.
-Rubén… – lo siento tanto – dijo en tono compasivo Flor.
–Flor, necesito estar solo. ¿Podrías recoger tus cosas?, por favor.
-He llamado a un taxi que te llevará a tu casa – necesito estar a solas.
Cuando Flor subió al taxi, a éste le indico que fuera hacia al aeropuerto donde sabía que se hallaría Maggie. Pero el taxista no le hizo caso y sin decir palabra la codujo al manicomio.
-Gracias por avisarme, Sandra – le dijo Rubén por teléfono
-No hay de qué – respondió Sandra. Desde el día en que impartió las clases supe que Flor estaba obsesionada por usted. Ella misma me lo dijo. Que haría cualquier cosa, y cuando digo cualquier cosa… – silencio.-
-Ahora estoy solo. Junto a mi hija. Lo mas importante de mi vida.
-Solo me alegro de que me hubieras informado. Mi mujer esta muerta, debido al accidente de coche que tuvo al irse de la casa. No me queda nada. He aprendido que en esta vida hay muchas personas que no tienen corazón.
-Todo el mundo ve lo que aparentas ser, pocos experimentan lo que realmente eres. – Lo siento. Le acompaño en el sentimiento.
-A fin de cuentas, tendrá lo que se merece – afirmó. – Ahora le toca sufrir a ella. – Concluyó.
-Sandra asintió.