Una densa y extraña niebla, surgió ante nuestros ojos. Su tonalidad grisácea, impresionaba. Surgiendo efectos jamás vistos en nosotros, los seres humanos. El miedo, el peor enemigo empezó a surgir efecto en la Humanidad.

Se estaba acercando algo, de eso no cabía duda. El qué, no se sabía. Nos enfrentábamos a una lucha contra un fenómeno desconocido, que se escondía detrás de esa niebla grisácea para no ser visto.

El miedo a lo desconocido, la impotencia empezó a surgir efecto en los ciudadanos que ante el desespero empezaron a temer. A temer a lo que se enfrentaban, a luchar a ciegas, sin protección, sin recursos ni mucho menos sin saber a qué se exponían luchando con «ese» ser invisible.

El temor llevó al pánico y el pánico se fue extendiendo de ciudad en ciudad. Cruzando océanos hasta parar en distintos países en los que el paisaje era el mismo. La gente arrasó lo supermercados, para tener provisiones necesarias para sus futuros días sin salir de sus hogares.

Los colegios se cerraron, muchos bares desiertos se veían en las ciudades desoladas, donde el viento hacía volar las hojas otoñales de un invierno temeroso. ¿A qué extremo habíamos llegado?.

Algunos habitantes enfermaban sin cura que los médicos pudieran solventar, atrayendo a la muerte a algunos de ellos. Sin medidas, sin saber a qué se exponían ni de dónde surgía este mal, era muy complicado, e imponente para todos los habitantes.

Detrás de la niebla te escondes, sin ser visto.

No sabemos de tu existencia y ni de tu resurgir en nuestro mundo,

Nadie te ha llamado venir, para que provoques el caos en la vida de seres humanos.

No necesitamos de tu presencia, del aire que invisible a nuestros ojos, haces que muchos perezcan en el camino.

Con la niebla puedes irte, así como llegaste sin ser bienvenido.

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