De inimaginable belleza eran sus curvas, cuyo cuero la hacían vibrar más. El rugir de las noches se oía antes de la medianoche, cuando pasaba por las calles como un felino. Todas las noches, a la misma hora, la misma silueta envuelta en un manto negro y brillante, se oía pasar a toda velocidad. De movimientos rápidos, una vertiginosa figura por las calles recibiendo a la noche.

Nadie había podía seguir el rastro de su paradero. Nadie aún había podido descifrar quien podría ser el que cómo un rayo se perdiera en la noche, bajo la penumbra de la noche, con apenas luz que las estrellas y de la tenue luz que ofrecía alguna que otra farola. Nada más.

Hablan de ti, intAmoentando averiguar la belleza que deambula por la noche. Hechizando con su rugido felino. Algunos creen haber visto en las sombras la figura de una mujer, aunque dudan, incapaces de creer o de querer creer que una mujer sea la que a esa velocidad pueda ir.

Amante de la oscuridad. Dejando huella por el camino, aunque invisible al ojo humano. De decididas curvas de cuero, te liberabas de todo, dejando paso a la noche, tu mejor aliada y compañera.

Curvas de acero, nadie te va a parar. Solo entiendes de una ley; la de la velocidad y la libertad. No tienes en mente regresar, pero tampoco frenar en el camino. Solo tú y el rugido de tu motor. Breves paradas allá a donde vayas. Durmiendo bajo las estrellas, sobre la arena de la playa o yerba del prado.

No has cometido delito alguno para huir, aunque tampoco es tu intención. Tal vez el no haber emprendido el viaje hace tiempo. Ahora no tienes marcha atrás. Ahí delante la carretera te espera.

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