Maldito mosquito, que no para de rezumbar en mi oído. Cuando estaba a punto de conciliar el sueño, apareces. Mis intentos para alejarte de mi son inútiles. Eres fuerte. Ni los insecticidas te hacen efecto. Mis gatos te oyen, pero tampoco pueden cogerte. Eres pequeño, pero veloz.
A la mañana siguiente me encuentro tu marca roja, que en mi brazo desnudo has picado, succionado por la noche. Ahora, me queda soportar el escozor que tengo de tanto rascarme y dejarme rojo tu picadura .