Alrededor de una hermosa hoguera, se encontraba Marcus. Desde el fallecimiento de su esposa, se había convertido en una persona solitaria. Se le veía por las noches con su caña de pescar, siempre pensativo y en silencio. Ensimismado en sus pensamientos, un destello hizo su aparición en el cielo. Se trataba de la luna. Había luna llena. Una luna llena , hermosa y brillante. Brillaba con una intensidad, jamás vista, resaltando una luna dorada.
Marcus, dejó la caña a un lado y quedó mirando la luna dorada, como si ésta la invitara a hablar. Cynthia era su luna dorada, que le invitaba a salir de su soledad.
Siempre iba a pescar al mismo río, en él había echado las cenizas de Cynthia, cinco años atrás. Así como ella en su día dejó por escrito, antes de saber que iba a morir.
-Querido Marcus;
No estoy en mis mejores momento, por ello te pido con la mano en el corazón, que cuando me llegue la hora de mi despedida en la tierra, eches las cenizas de mi cuerpo al río en el que nos conocimos por primera vez y en el que declaraste nuestro amor eterno.
Cynthia; tu Luna Dorada
Los del poblado siempre le habían considerado una bruja por las cosas que solía adivinar. Marcus siempre la defendió de las habladurías que solía escuchar de los habitantes. Aunque a ella no le afectaban. Ambos se habían profanado un amor eterno. Por ese motivo, Marcus no necesitaba a sus cincuenta y cinco años ir en busca de amoríos o de conocer otras mujeres. En su vida solo había tenido ojos y amor por una sola mujer; Cynthia.
Lo único que deseaba era vivir tranquilo. Hasta encontrarse con Cynthia en la otra vida. Así se lo había predicho ella misma, en su lecho, antes de cerrar por última vez los ojos.
-Marcus, has sido para mi la persona a la que más he amado en mi vida. De hecho, la única. Has sido mi fiel compañero, amigo y mi marido en todas, buenas y malas circunstancias de la vida. – apretando la mano de su amado. Prosiguió – No te estoy abandonando. Nos volveremos a encontrar en la otra vida. Seré tu luna dorada. Mi alma estará siempre a tu lado.
Una lágrima en el rostro de Marcus se pudo ver reflejada, tras oír las palabras de su mujer. Formándose un nudo en su garganta, impidiéndole hablar. Con sus miradas se lo dijeron todo.
No pudieron engendrar hijos, aunque lo intentaron, fracasaron. Cynthia presentía que le habían echado una maldición, una especie de castigo, aunque no lo podía saber con seguridad. Pero su amor no fracasó, sino que perduró hasta el día en que la muerte los separó. Aunque este tiempo de separación fuera temporal.