Las prácticas de hechicería y magia forman parte de la humanidad casi desde sus inicios y han tenido expresiones en todas las culturas, desde las más antiguas a las actuales. La existencia de fuerzas superiores y espíritus que pueden afectar nuestro entorno es una realidad que muchos temen, a otros les causa curiosidad, mientras que para algunos es tan cotidiano como respirar.

Gilda y José tenían dos hijas. José era el padre de Laura; fruto de una relación anterior. Ambos habían tenido al casarse a Julia. Laura y Julia se criaron juntas en el mismo hogar.

Gilda siempre intentó ser una madre para Laura, pero Laura siempre la evitaba. De carácter solitario y apenas comunicativa. A medida que fue creciendo, ésta se tornó más maliciosa. Julia, en cambio, siempre había tenido a sus cuatro mejores amigas, las amigas del barrio. A Laura nunca le cayeron bien, de hecho, nadie le caía bien.

La madre de Laura vivía en las afueras, escondida por voluntad propia de la civilización. Cuando Laura iba a visitarla, regresaba a la casa con una expresión maligna en su rostro. Se decía que su madre era una bruja, que practicaba a escondidas la magia negra. Aunque nunca pudieron probarlo. Nunca pudieron confirmar dichas pruebas.

Pero el carácter de Laura fue cambiando a medida que fue creciendo y Julia junto con sus amigas presenciaron dichos cambios.

Un día cuando sus padres habían salido, Laura invitó a jugar a Julia y a sus amigas a un juego que tan solo ella conocía.

-¿A qué vamos a jugar, Laura? – preguntó Julia, temerosa

-Vamos a invocar a los espíritus – Respondió.

-A nosotros no nos gusta mucho la idea – mencionó Yessy, mirando a Claudia

-¡Venga, chicas! – les animó Sofía – seguro que está interesante…

-¿No puede ser peligroso? – volvió a preguntar Julia, desconfiada.

Se juntaros todas en una habitación, a oscuras, formando un círculo. Alumbradas alrededor de pequeñas velas y en medio, una vela negra, que imponía respeto.

Existen básicamente dos tipos de magia, dependiendo de las fuerzas que la invoquen: la blanca, que se basa en espíritus puros para la protección o sanación, y la negra, que busca a través de poderes oscuros conseguir un objetivo que puede ir desde una venganza o labrarse la suerte de forma rápida a través de rituales o hechizos. Entre los hechizos más fuertes están las maldiciones y los pactos con el diablo.

Este último es lo que realmente deseaba Laura. Cambiar la suerte de su hermanastra y sus amigas.

Vestida completamente de negro empezó a recitar unas palabras extrañas, en un lenguaje desconocido por las demás. Las palabras de Laura resonaron en la pequeña estancia, las demás, en silencio permanecieron, sumidas en un trance, que les había dejado al contemplar aquella vela negra, junto con las palabras de Laura, que parecían tener el control de la situación en la que se encontraban.

En una hoja fueron anotando sus nombre junto con sus respectivos apellidos. Debajo la fecha de nacimiento de cada una de ellas. A continuación, Laura les mandó quemar el papel con el que habían escritos sus nombres y su fecha de nacimiento y quemarlo con la vela, colocarlo al lado hasta que se consumiera. Una vez hecho el ritual, se debía ir a un río y lanzar allí los restos de la vela y el papel quemados. De eso se encargó la misma Laura.

Habían tenido el tiempo justo para terminar el ritual, justo cuando entró Gilda.

-¡Pero qué estáis haciendo! – A estas cosas no se juega en la casa, ni en ningún otro lado  – les recriminó, mirando de reojo a Laura, a sabiendas de que había sido ella la que había ideado el plan.

-¡Espera, Laura! – tu te quedas, que ahora viene su padre.

Pero Gilda no consiguió nada. José adoptó la parte defensora de su hija y Laura consiguió su propósito.

Veinte años más tarde, Julia y sus amigas habían seguido sus vidas hasta, teniendo una hija cada una, excepto Laura. Que desapareció del barrio yendo a vivir a las afueras, en un lugar desconocido, como antaño lo hizo su madre.

-Hace veinte años hicimos un ritual – pronunció  Laura- bajo un cielo oscuro, donde no se veía mas que una luna menguante. Junto a ella hablaba mirando la fotografía donde estaban las cuatro juntas y con una aguja empezó a clavar alfileres en cada una de ellas. Empezando por Yessy, por Claudia, Sofía y terminando por Julia.

Cada una fue falleciendo con el tiempo de diferentes maneras. Yessy, cayó enferma y de la enfermedad, la muerte se la llevó consigo.

Sofía, deshecha en lágrimas por una de sus mejores amigas, considerada una hermana para ella, asió una de sus mejores botellas y se emborrachó, en su casa, a solas con su pena. Empezó a beber y a beber, sin darse cuenta de que tenía el fuego de la cocina encendido. A su lado, una pequeña cortina asomaba. la cual encendió la mecha que causó el incendió.

Varias quemaduras de primer grada rociaron  Sofía, causándole la muerte en muy poco tiempo. Nadie pudo ayudarla, no hubo tiempo para poder socorrerla, la ambulancia junto con los bomberos, no llegaron a tiempo, ni hubieran podido salvarle la vida, debido a sus quemaduras que fueran la causa de su muerte.

Desconsolada, Claudia perdió el control de sus actos y la tuvieron que internar en un manicomio. Del cual no tuvo salida. Ahora solo divagaba, sufriendo. Pidiendo ayuda a la misma muerte, para que se la llevara consigo, con sus mejores amigas de la infancia. Sus deseos fueron concedidos. Un enfermero al entrar la encontró en la bañera, sin vida. Se había cortado las venas.

Julia, aterrada, sin poder conciliar el sueño. Solo podía pensar en las amigas de su infancia, en las chicas del barrio, que les llamaban. Porque, así eran ellas. Las chicas del barrio. Maldecidas por una maldición, que de niñas a sus doce años fueron sometidas, considerando que aquel juego de Laura, no era un juego cualquiera. Las había maldecido de por vida.

Ahora, sola se encontraba, sin poder o tener escapatoria alguna.. Allá a donde fuera sabía que la muerte, igualmente la perseguiría de la forma menos inesperada. Julia falleció, como era de prever. Una bala de un fugitivo, que había escapado, fue a recaer en su diminuto cuerpo. La bala que iba dirigida a la persona que estaba a su lado, se desvió, dando muerte a Julia.

Laura desde su escondite, sonría alegremente, como una poseída. Al ver cumplido su sueño, al ver que el ritual se había cumplido. Aunque, quien juega con fuego se quema. Y el ritual implicaba una deuda muy grande. Quien recitaba ese ritual, esas palabras que pronunció, en su día, significa que estaba vendiendo su alma al mismísimo Diablo.

Ahora, quien tenía el poder no era Laura. Laura había cumplido un ritual. Quien tenía el poder era el Diablo. Laura, se había comprometido en alma y cuerpo a Satán. Quien creía que siempre estaría a su favor. Pero el Diablo quería algo a cambio. La quería a ella.

Hipnotizada, la hoguera fue creciendo alrededor de un hermoso río. El Diablo la invitó a bailar alrededor de ella, hasta que la quemó en carne viva, sufriendo, Sus alaridos nadie los oyó. Vivía sola, estaba sola, no tenía nadie, ni nunca lo tuvo. Prefirió la compañía del Diablo. Le vendió su alma. Para que, concluido el ritual, el Diablo se encargó de ella. De la manera en la que sufrió hasta delirar de dolor y de sufrimiento, falleciendo y convirtiéndose en cenizas.

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