París es conocida como «la ciudad del amor», ha sido el escenario de numerosas novelas y películas románticas. París ofrece una experiencia romántica difícil de superar. Símbolo del romanticismo, la Torre Eiffel ha sido desde siempre testigo privilegiado de los enamorados que declaran su pasión.
París es especial porque tiene cosas que ofrecer para todos, desde la maravillosa torre Eiffel como las orillas del Sena y sus noches de tango. La primera vez que visitas la ciudad notas magia, una magia que no desaparece jamás.
A París se la conoce de muchas maneras, aunque la más famosa es la «Ciudad de la Luz», tanto por su fama como ciudad estandarte de las artes y las ciencias, así como por la temprana iluminación de sus calles.
Franc, vivía en las sombras. Cansado y hastiado de tantas relaciones que había tenido en su vida, sin que ninguna llegará a ningún punto. La vida le había hecho pasar por malos momentos. Nunca iba a imaginar que ésta le depararía un cambio. Esta vez para mejor.
Una llamada hizo que despertara de una de sus acostumbradas pesadillas.
-¿Diga? – preguntó
-Buenas noches… – disculpe que le llame a altas horas de la noche. Pero es de suma importancia que se reúna conmigo. – le respondió una voz femenina, al otro lado del auricular.
-¿Cómo sé que no me está mintiendo? – preguntó Franc – con el ceño fruncido.
-Mi nombre es Nicole. Mañana por la tarde enfrente de la plaza, donde se encuentra la Torre Eiffiel. Allí se lo explicaré todo. – Clic – y se oyó el sonido del teléfono al colgar. Sin dar ocasión a Franc de poder preguntar más.
Pasó el resto de la noche en vela, pensando en la breve y concisa conversación que había mantenido. Intentando recordar, si aún había alguien de su pasado a quien pudiera recordar o a quien le importara Franc, para que fuera tan urgente.
Nicole, Nicole… – intentando hacer memoria, de si algún mujer con ese nombre había pasado por su vida. El de un pasado que hacía años había enterrado con un gran candado, bajo tierra. Ahora, vivía solo, con la única compañía de la soledad y el silencio.
El crepitar de la lluvia se oía como golpeaba la ventana, mientras Franc intentaba averiguar, haciendo memoria de un pasado al que no quería regresar. La misteriosa voz femenina de esa mujer le había dejado sin poder mantener el espíritu tranquilo. El nerviosismo y la intranquilidad volvían a él como un gran oleaje.
Al día siguiente, apenas pudo estar centrado, pensando en la breve conversación de la noche anterior. La voz de aquella mujer le retumbaba en los oídos, oyendo cado dos por tres, como si de un eco se tratara, la quedada que tendría lugar esta misma tarde. Ojeó por la ventana, viendo un paisaje gris, donde se veían aún pequeñas y finas gotas de lluvia, que seguían cayendo.
-¿Quién eres, Nicole? – se preguntó apoyando una mano en la ventana de su habitación.
Las horas transcurrieron lentas y tranquilas, con el incesante ruido del goteo de las gotas, golpeando en la ventana. Finalmente, la tarde llegó y al mirar el reloj, éste le confirmó que debía marchar al lugar indicado. Mientras caminaba, pensó en cómo reconocería a Nicole. No le había indicado ninguna otra referencia, tan solo la plaza que se encontraba junto a la Torre Eiffiel.
La lluvia había amainado, aunque todavía los adoquines se encontraban mojados y alguno que otro, resbaladizo. En su mente mil y una preguntas se hacía. Se preguntaba por qué precisamente esa plaza. Cuando, especialmente está rodeado de parejas paseando.
Se sentía que no estaba en el lugar más adecuado. El, un hombre solitario, andando hacía un territorio de «enamorados», por así decirlo. Volvió a mirar su reloj de muñeca, con nerviosismo e impaciencia. Cuando, a lo lejos una chica de andares femeninos y decididos, se acercaba en la dirección donde se hallaba Franc.
Iba con su paraguas, color violeta. Franc, la observó a cada paso que daba. Mientras iba acercando, pudo ver en su rostro detalles que le eran familiares, desterrando poco a poco un cúmulo de emociones y sentimientos que había ido enterrando, para que éstos no volvieran a resurgir.
-Hola Franc – se presentó. ¿me recuerdas?
-Nicole…- se asombró Franc, al ver aquellos ojos verdosos que le llevaron a su infancia. Recordando a una niña de ojos verdes que atendía en la pastelería, ayudando a sus padres en el negocio familiar. Ahora se había convertido en toda una mujer.
-La misma. Te he buscado por todo París, intentando hallar alguna huella. Algún indicio de tu presencia, pero mi búsqueda siempre fue en vano…
-¿Has venido en mi búsqueda? – preguntó, sin comprender.
Nicole le miró a los ojos. Unos ojos sombríos y llenos de soledad pudo ver en ellos. Por impulso, dejó caer el paraguas que sostenía, dejando que las diminutas gotas de lluvia cayeran bajo su piel. Sin dejar de mirar a Franc, se puso de puntillas y se aferró a el, hasta que sus labios se besaron.
Franc, correspondió a sus labios. Dejando que el amor volviera a resurgir de sus cenizas. Sobraban las palabras para saber que ambos estaban destinados a encontrarse.
-Te he buscado por todos lados, Franc.
-En cambio yo, en las sombras me escondí.
-Franc, déjame quedarme contigo, que florezcan los sentimientos que sentimos el uno del otro. Ya sea en las sombras o en la luz del día. – No te quiero perder, de nuevo.
-Nicole, entra en mi vida. – le respondió.
-Es lo que más deseo – dijo con un hilo de voz.