Sebastián, tenía gran aprecio a la gran ciudad que desde niño le vio nacer. Pero ahora, a sus cincuenta años, observaba como había cambiado. Demasiado incluso, para su gusto. Era noche cerrada y desde la ventana de los altos edificios en los cuales vivía, observaba, a través de la ventana, como una inmensa luna, podía apreciarse con una apariencia distinta, pero espectacular, como siempre. Era inmensa, grandiosa, incluso daba la sensación de ser poderosa.
El crujir de unas ruedas de algún coche le hizo desviar la mirada hacia abajo. Viendo como, de nuevo, otro accidente de tráfico se producía. Suspiró. Esperando que ninguna muerte hubiera sucedido. La tranquilidad de la noche, se había convertido, con los años, en ruidosa y polvorienta. Demasiados vehículos y carreteras circulaban por la ciudad, provocando un espeso humo, dejando a la atmosfera, con una humedad en el ambiente, nada agradable.
Amaba su ciudad, pero su cuidad de antaño. En la que se podía respirar el aire puro. Y donde la luna aparecía más veces a visitarle en lo alto de su ventana. ¿Cuándo dejaría de ser testigo de ver y oír accidentes de tráfico, que lamentablemente, no paraban de suceder?. Suspiro de nuevo.
Un estremecimiento se apoderó de su cuerpo. El sonido estrepitoso de la sirena del coche de la policía y la de la ambulancia, dejaron un ambiente cargado de tensión. La carretera se había colapsado de coches haciendo cola, esperando a que despejaran, para poder continuar su trayecto.
Cansado de ver siempre el mismo escenario, que se repetía casi todas las noches. Se frotó la cara con ambas manos. Miró por última vez tras los visillos a a la luna y comprobó que ésta se había escondido detrás de las nubes, ocultándose. El cielo se cubrió de un gris oscuro. La lluvia hizo su aparición, cómo si cada una de las gotas de lluvia, fueran las lágrimas que se derramaban por cada accidente y por cada vida que peligrase en las oscuras carreteras de la noche. Se tumbó en la cama, esperando a que sus párpados se cerraran por el cansancio del día.
Suspiro de nuevo.
así es la vida, imposible de adivinar el momento de evitar un suceso, pero aun así, es bueno de tratar ser y seguir siendo testigo
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Sí es inevitable. La vida continúa.
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