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Todos aquellos que habían jugado con ella, habían perdido. La llamaban la dama del ajedrez. Su mirada, cautivadora, se encontraba mirando el tablero. De labios carnosos y jugosos, atraía a los hombres con suma facilidad. Sus movimientos eran rápidos y seductores. Con apenas una fina tela que le cubría parte de sus exuberantes pechos, dejando uno a la vista de su adversario.

Como si no se hubiera percatado de su desnudez, siguió moviendo las piezas y eliminando con facilidad cada una de ellas, Sabía que iba ganando, que había conseguido desviar la mirada de su adversario a su implacable sensualidad. Lo tenía atrapado, como una araña atrapa a su presa en su telaraña.

Sabía que tenía el poder. Ganar era fácil con los hombres. Sus adversarios eran grandes jugadores, pero su presencia les desconcertaba. Jaque mate

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