La calma había regresado a sus vidas. Los pasajeros empezaron a serenarse y la tripulación un tanto más tranquila, regresaba a sus costumbres rutinarias en el barco. Max se había recuperado del cansancio y se encontraba, de nuevo, al mando del timón. Jimmy, abandonó el puesto de Max, que había ocupado durante su ausencia y regresó a sus otros quehaceres, quejándose nuevamente. La envidia era muy mala y le corroía por dentro el saber que era el segundón de los capitanes. En ese barco nunca llegaría a ser ni a ocupar el puesto de Max. Pensamientos diabólicos empezaron a cubrir su mente, que se desvanecieron rápidamente. 

—¡Buenos días, Robert! —exclamó Andrea.

—¡Buenos días Andrea! —devolviendo el saludo con una sonrisa

—¿Cómo te encuentras de la pierna? —le preguntó Andrea

—Mucho mejor, casi se encuentra recuperada del todo. Me alivia el no tener que cojear.

—Me alegro mucho. Son buenas noticias..

Max se reunió con los tripulantes que llevaban la cocina. Tenía la idea de que volvía la calma a su hogar; el mar. Celebrar en el crucero una cena en el gran salón para luego los pasajeros puedan dirigirse después de cenar a la pista de vals. 

—¿Qué os parece la idea? —preguntó Max. Os pregunto por el tema de los comensales y preparativos. Y si disponemos de bastantes cubiertos, entre ellos cucharas y demás utensilios. 

—¡Nos parece una idea estupenda! —dijeron al unísono todos juntos. 

Los tripulantes gozaron de una cena exquisita y de una noche de risas y charlas agradables, en un ambiente colmado de alegría y buen ambiente. Al terminar  de cenar, las parejas invitaron a sus mujeres a bailar típico vals de salón. 

Mientras en el bolsillo de la chaqueta de Darío, los huevos empezaban a moverse en su interior…

Anuncio publicitario