Darío no daba crédito a lo que veía. Aquellos polluelos no eran corrientes. Jamás en la historia de la humanidad había visto ni sabido de animales que al nacer, éstos nacieron con los ojos rojos. Los polluelos no dejaban de mirar a Darío con una extraña mirada. Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando emitieron sus primeros sonidos. Tenían hambre y no tenía la más remota idea de qué darles. Solo se le ocurría darles trocitos de pan con un poco de agua.

Mientras Darío fue en busca de comida, comprobó que el camarote quedaba con la puerta bien cerrada.

—No os ocurra moveros, pequeñines — les dijo, mientras cerraba la puerta.

Jimmy llevaba unos días de mal humor tras el regreso e incorporación del mando de Max. Volvía a ser y a sentirse el excluido de la flota. Y las noches las pasaba en vela, sin poder conciliar el sueño. Muchas veces iba y venía, caminando por los pasillos y pensando en sus cosas. Cuando de repente, un sonido procedente de unos de los camerinos, le hizo parar en seco.

—¿De dónde procede ese ruido? —preguntó extrañado. Cuando volvió a escucharlos se percató que procedían de unos de los camarotes. Miró el listado de quién se hospedaba en él y comprobó que era Darío. Un adolescente que había venido con otros amigos suyos, aunque éstos se encontraban en otros camerinos, cercanos al suyo.

Jimmy no sabía si entrar o no. Por un lado sería violar la intimidad del pasajero, por otro, algo le indicaba que allí dentro se escondía algún ser vivo… Decidió entrar, aunque solo fuera un segundo para comprobarlo, mientras tocaba con las yemas de sus dedos el talismán que siempre llevaba colgado del cuello.

Su abuela se lo regaló cuando Jimmy fue mayor de edad. Siempre se había considerado medio bruja y detectó en su nieto que su vida no sería fácil. Desde ese día lo llevaba con él, más bien para recordarla que para el efecto que éste hiciera…

Darío rebusco en el refrigerador en busca de algún alimento que poder ofrecerles.

Cuando Jimmy entró y vio a los polluelos, se le heló la sangre al ver sus ojos. Los poñuelos detectaron el miedo en Jimmy, quien antes de poder escapar e irse del camarote, quedó hipnotizado por el miedo, sin que sus piernas le respondieran. ¿Dónde había visto esa mirada?. La recordaba, aunque no sabía de dónde. Lo único que sabía era que la mala suerte le perseguía allí adónde iba. hasta el reconocía que había nacido con la mala suerte pisando los talones. Él no había estado en la isla junto con Max, Andrea y Robert. Pero había algo en aquella mirada que le era familiar.

Al recuperar el movimiento de las piernas y regresar a la realidad. Cerró la puerta. Tambaleándose, se dirigió a su camarote. Cuando un dolor intenso en el tobillo, le hizo reflexionar y darse cuenta, al palparse con la yema de los dedos que unas gotas de sangre sobresalen de la zona dolorida. Había sido víctima de aquéllos polluelos, al encontrarse en ese momento de trance hipnótico.

Exhausto, se deshizo de sus vestimentas para cambiarse y reponer fuerzas, cuando se percató de que no llevaba el talismán. ¡Había perdido el talismán!.

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