Los días en el barco transcurrían deprisa, sobre todo para quienes trabajaban sin parar, atendiendo las necesidades de los pasajeros. Andrea junto a una compañera servían los tentempiés de la comida. Raciones de queso con pan moreno y olivas frecuentaban la mesa.
—¿Puedo hacerte una pregunta, Andrea? —le preguntó su compañera cuando terminaron de servir.
—Por supuesto. —respondió Andrea
—No te ofendas, es que es una pregunta un tanto personal. Si no quieres responderme, no lo hagas. ¿entendido? —aclaró
—¡Pregúntame! —que me pones nerviosa
—¿Te gusta Robert? —se atrevió a preguntar, al fin.
—Pues…Si te soy sincera, desde el día en que nos abrazamos y salimos de la isla, he notado que mis sentimientos hacía él están cambiando. Aunque también he percibido la misma sensación en él.
—Lo dices un tanto resignada.—percibió su amiga, por el tono de su voz.
—Mis amoríos nunca han sido duraderos. Nunca he tenido suerte en el amor. Y temo por la sensación que está transmitiendo mi cuerpo, mis sentidos.
—¿Por qué lo dices? —preguntó extrañada
—Pues es obvio —respondió Andrea. Él tiene mujer. Tiene una familia esperándolo en tierra. ¡Ves por qué siempre tengo algún obstáculo que me impide poder tener una relación! —dijo abatida.
—Andrea estás hablando de ti. Pero te has preguntado sobre sus sentimientos hacía ti. Robert es un hombre con mujer, pero si la mujer por la que tiene ojos sea la que está en este barco…—respondió, dejando la frase al aire.
—Pero…
—Andrea, yo solo te digo lo que veo. Ahora lo que siga más adelante, ya se verá. El amor es como las margaritas que florecen en primavera. Algunas se marchitan con los años, en cambio otras siguen reluciendo como el primer día.
Andrea se quedó pensando en las palabras de su amiga. El tiempo dirá…
Más tarde Max les dió la noticia de que Jimmy había entrado en estado febril. Que no se le moleste por nada del mundo, bajo mi autorización. Es una órden. —advirtió.
—No sabemos si fue estando en contacto con la isla o simplemente sea un catarro que le ha producido la fiebre.
—Lo comprendemos capitán. —asintieron.
—¡Ah!, otra cosa más. He encontrado este amuleto por el pasillo. ¿Sabéis de quién puede ser?.
—Ni idea… —negaron
—Lo pondré en el departamento de objetos perdidos —afirmó Max. Podéis retiraros.