La maldición del poblado M. , by Neus Sintes

Juan y su mujer habían ido a las afueras de las ciudad para resolver sus diferencias. Un cambio de aires siempre podría sentar bien. Habían cogido su autocaravana. En la primera gasolinera, se desviaron del camino para poner gasolina. Un chico de tez pálida, les atendió.

—¿De vacaciones? —preguntó a la pareja, curioso, mientras termina de echar gasolina en el motor.
—Sí, podríamos llamarlo así. Siempre está bien desconectar un poco.
—No estamos muy seguros. Creo que nos iremos hacía la derecha.
—Buen viaje…. —mientras el chico de la gasolinera se remalia los labios, sin dejar a la pareja que marchaba en dirección al pueblo maldito.

Entraron en un pueblo cuyo cartel roído por el tiempo había dejado sin nombre. La letra M, un poco torcida era lo que quedaba.
—¿Vamos por buen camino? —le preguntó su mujer, extrañada
—No lo sé. De momento, estamos entrando a un pueblo.

Bajaron del vehículo y el poblado se veía vacío. Como si un huracán hubiese barrido todo lo que existía en él. Un aire gélido y siniestro rodeo a Mónica por detrás. Notando como el vello se le erizaba. No quería decir nada, pero había algo en ese ambiente que les rodeaba, que no le terminaba de gustar. Por otro lado, Juan siguió caminando, experimentando una oleada de sensaciones en las que creía que habían descubierto un misterioso pueblo en el que ellos ahora se encontraban.

Juan con ganas de investigar y Mónica indecisa por ver cómo su marido no se daba cuenta de que algo no encajaba. ¿No presenciaba el frío en su nuca como ella?.
Mónica miraba a su alrededor y no veía vecinos. las tiendas estaban cerradas y las casas a oscuras. Suponiendo que algo les hizo marchar de allí para irse a otro lugar.

Más hacía adelante una pequeña ermita se apreciaba. Era hermosa, tal vez lo única que brillaba tenía un tono de color y de vida en comparación al resto del pueblo. Se acercaron con la intención de entrar . Al entrar, la puerta se cerró a sus espaldas y unos ojos rojos los miraban con ansias. Se levantaron de sus tumbas y se convirtieron en las presas de la maldición del pueblo M.

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