Kazumi vivía con sus abuelos en Osaka, la segunda ciudad más grande de Japón. Kazumi no sabía de la existencia de sus padres. Sabía de sus abuelos que su madre falleció al dar a luz. Aunque realmente Kazumi vivía en la más profunda oscuridad. Sumergida siempre en sí misma, solitaria. Sus abuelos siempre mantenían animarla e intentaban describir siempre las cosas como las veían para que ella se hiciera una idea de la belleza que la rodeaba, aunque no fuera consciente de ella. Su ceguera se lo impedía.

-Abuela, ¿es cierto que mi madre falleció al dar a luz? – le preguntó un día

-Sí, mi hijita – le contestó cariñosamente.

-¿Como era? – insistió

-Tu madre era muy bella, cómo tú. De largos cabellos del color azabache oscuros que le llegaban hasta la cintura. Era alegre, siempre con una sonrisa en sus labios.

-Me la estoy imaginando, Abuela – le contestó.

-Hasta que…  – dejó la frase a medias.

-Hasta qué, abuela!. – cerrando los puños

-Hasta que conoció a tu…padre. – no me preguntes más, por favor Kazumi.

Kazumi no sabía porque nunca mencionaba a su padre, en su mente intentaba averiguar el porqué y algún día lo averiguaría. Se fue a su habitación imaginándose a su madre así como la había descrito su abuela. Un nudo en la garganta se le formó al pensar en que no podía tenerla a su lado, ni tampoco verla.

La ceguera le había privado de muchas cosas. Afortunadamente su imaginación era su mundo. En su mente podía ver las cosas e imaginarlas como ella deseaba, aunque sabía que no era el mundo real.

Tenía doce años y había desarrollado mucho sus cuatro sentidos al no poseer visión. No le temía a las oscuridad, en ella residía. Hacía un año su abuelo se enteró de una posibilidad entre un millón de que pudieran llamarla para hacerle un estudio y comprobar si podía operarse de la vista y poder llegar a ver. Los médicos no llamaron y los meses fueron pasando y Kazumi terminó por perdida la posibilidad de que algún día llegara a poder ver.

-Kazumi, Kazumi! – llegó casi sin aliento su abuelo. – Tengo grandes noticias!

-Pero..¿Qué ocurre, abuelo? – le dijo Kazumi, haciéndole sentar y trayéndole un vaso de agua.

-Traigo noticias!.  – Exclamó.

-Me han llamado de la clínica. Me han dicho que pueden operar a Kamuzi de la vista.

Kazumi abrió los ojos de par en par, sorprendida. Había perdido toda esperanza en esa pequeña posibilidad y ahora llegaba su abuelo con la mejor noticia que sus oídos podían escuchar.

-Mi pequeña – le abrazó con ternura la abuela.

Los días se iban acercando y un cosquilleo de nerviosismo se iba apoderando en el cuerpo de Kazumi. Se sentía afortunada de poder ingresar en la clínica y tener la posibilidad de operarse para que sus ojos pudieran ver los cerezos florecer y reanudar su vida de forma distinta.

-Todo irá bien, le dijo su abuela – asintiendo con la cabeza

-Gracias abuela – le dijo Kazumi, abrazándola antes de entrar en el quirófano.

Pasaban las horas y sus abuelos impacientes, rezaban para que todo saliera bien. Toda operación conlleva un riesgo. Pero no tenían que temer. Sabían que su nieta era fuerte. La espera era lo más insufrible. Sentados, sin poder hacer nada, solo esperar.

El doctor reapareció ante los ancianos, todavía con los guantes en los manos y su bata color blanca. Era un hombre alto y delgado. Se pasó la mano por la frente, aún agotado por la operación y cruzando las manos miró a los ancianos, que esperaban una respuesta.

-Señores Misako…. – se presentó el Doctor. – dijo entrelazando las manos. El doctor vio la tensión y el silencio abrumador que había en la estancia y sin más miramientos les anunció los resultados.

-Les anuncio que Kazumi ha superado con éxito la operación – les dijo tranquilamente. Ahora bien – prosiguió – podrá irse a casa dentro de dos días, pero deberá hacer reposo para poder acostumbrarse a la luz. Tal vez los primeros días será de lo mas normal que se encuentre rara o que tengo doble visión al permanecer a oscuras durante estos doce años de edad. Poco a poco se irá acostumbrando a una nueva visión, una nueva vida le espera. Es joven y muy valiente. Enhorabuena.

-Gracias doctor, gracias doctor – dijo la abuela con lágrimas de emoción en sus ojos.

-Pasad, pasad! – Kazumi les espera.

-Abuelos! – No me puedo creer…no tengo palabras. Por fin os puedo ver.

-Ahora descansa – le aconsejó su abuela. Tendrás toda una vida por ver muchas cosas y mucho tiempo por delante. No tengas prisas. Ahora lo mas importante es recuperarse pronto y dentro de dos días volver a casa.

Kazumi todavía veía medio borroso, pero los días los pasaba en la casa contemplando todas y cada una de las cosas que nunca había tenido ocasión de hacer. A través de la ventana por fin veía florecer los cerezos en flor de los que tanto le había contado su abuela.

Pasaron las semanas y Kazumi aún no se podía creer que sus ojos pudiera ver. Conviviendo en la oscuridad tanto tiempo, la luz le era algo nuevo para ella, extraño.

Una noche de tormenta, Kazumi se encontraba a solas en su habitación intentando conciliar el sueño. Después de poder recuperar la vista, temía cerrar los ojos de nuevo para comprender que todo había sido un sueño y al abrirlos de nuevo al alba, comprender que seguía viviendo en la más profunda oscuridad. Como siempre.

El cansancio se apoderó de ella. Sus párpados fueron cerrándose. Afuera la tormenta seguía con fuerza y los relámpagos destellaban en las ventanas. Mientras Kazumi dormía plácidamente, una sombra reapareció sin más. La silueta de una mujer, vestida con una mortaja, un kimono funerario, blanco y abrochado al revés, sosteniendo a un bebé en brazos.

Kazumi se encontraba durmiendo algo inquieta, se movía en la cama como si estuviera pasando por una pesadilla, cuando de repente despertó. Al hacerlo tuvo que poner la mano en la boca para evitar que sus abuelos la oyeran gritar.

-Aaah!… – un grito ahogado salió de su boca al ver al Espíritu.

El Espíritu contemplaba a Kazumi como quien observa a alguien querido. Sus ojos la miraban con dulzura. Alargó una mano, intentando decirle algo, aunque lo único que consiguió fue asustar mas a Kazumi.

Kazumi volvió a rasgarse los ojos al volver a abrirlos la mujer seguía allí, inmóvil, mirándola… Pasaron unos minutos mirándose, y después la mujer fue desvaneciéndose hasta desaparecer.

Kazumi no comprendía nada. Tiritando de miedo no se volvió a dormir. Le dio vueltas a la cabeza durante toda la noche. Podía tratarse de una broma o tan solo fruto de su imaginación o si en verdad ella había visto a esa mujer.

Había oído hablar de los médium, aquellas personas que veían a Espíritus. Pero cómo ser una de e ellos, si había vuelto de la oscuridad para poder ver y tener una vida normal.

-Kazumi, no has probado bocado – le comentó su abuela, preocupada

-No tengo apetito – le respondió a su abuela

-¿Te encuentras bien? – le dijo su abuelo, insistiendo

-Sí, si..algo cansada. Eso es todo.

-Bien, entonces descansa, ¿de acuerdo? – dijo su abuela, intuyendo que algo rondaba por la mente de su nieta.

A la medianoche volvió a reaparecer el mismo espíritu. Kazumi volvió a despertar y se encontró con la misma mujer, mirándola de nuevo. Ya no sabía si gritar, si asustarse o por lo contraria pedir ayuda. Todas las noches eran iguales. Despertaba notando la presencia de alguien y entonces se daba la vuelta y al abrir los ojos se encontraba con la mirada de ese ser…

-Pero, ¿Porqué a mí? – se preguntaba una y otra vez – aturdida.

Asuka era una mujer anciana que vivía en las afueras de Osaka, aislada de la civilización. Había oído hablar de ella, de sus poderes paranormales. Mucha gente la había visto hablar sola. Otros decían que hablaba con los espíritus y que los curaba y sanaba de sus vidas pasadas en la Tierra.

Muchas la temían, la consideraban una bruja y otros una médium. Por eso vivía aislada de la gente.

Kazumi necesitaba respuestas a lo que le estaba sucediendo y sin pensarlo más decidió ir a visitarla.

-Toc, toc… – El ruido del crujir de la puerta se abrió sola.

Antes de entrar, un aroma a incienso invadía la estancia. Lo percibió desde el primer momento. Miró a los lados y entró despacio, mirando detalle a detalle todo cuanto le rodeaba. Se encontraba en el pasillo, intrigada y algo nerviosa, aunque también segura de sí misma sabiendo que hacía lo correcto en saber la verdad de lo que le estaba sucendiendo.

-Pasa, pasa – le susurró una voz desde el interior de la sala.

A medida que entraba, se encontró a una anciana sentada en un sillón junto a una pequeña y redonda mesa. En las paredes había colgando muchos diferentes amuletos, cada uno con su distinto significado

-Siéntate.. – no seas tímida, Kazumi – le contesto la anciana

-¿Como sabes mi nombre? – se alertó Kazumi, poniéndose tensa.

-Tu nombre está escrito en tus ojos. Nuestra mirada es un símbolo que mira en ocasiones más allá. ¿Has venido a pedirme consejo, verdad?

-Así es – contestó Kazumi, más tranquila.

La anciana se levantó lentamente y poco a poco fue encendiendo unos inciensos alrededor de la estancia. La habitación apenas tenía luz. Las velas encendidas eran las únicas que alumbraban la estancia.

-Cuéntame… – dijo pausadamente la anciana – mirando a la jovén

-No sé por donde empezar.

-De acuerdo. Empecemos por el principio. – le propuso Asuka.

-Hace un tiempo que he recuperado la vista. Yo nací ciega, hasta que tuve la suerte de poder operarme y recuperar la visión…a raíz de allí. .. – Se interrumpió

-Si… – dijo Asuka escuchándola con atención.

-A partir de entonces he visto a un Espíritu..la veo cada madrugada.  Antes vivía en la oscuridad y ahora que he recuperado la vista se me aparece este ser, que no sé quien es o que es…y estoy asustada. Por eso he venido. No sé a quién recurrir.

Se produjo un silencio en la sala y Asuka no dejaba de mirarla y pensar en lo que había dicho. Mientras iba colocando cuatro velas en la mesa, encendió cada una de ellas con parsimonia y con sumo cuidado.

-De acuerdo Kazumi. ¿Podrías decirme cómo es?. – le preguntó curiosa.

-Veo la silueta de una mujer, vestida con una mortaja, un kimono funerario, blanco y abrochado al revés, sosteniendo a un bebé en brazos.

 -Bueno, bueno… – suspiró Asuka
El Silencio reinó de nuevo en la habitación y Asuka cerró los ojos y juntó las manos sobre la mesa

Kazumi esperaba en silencio. Un cosquilleo empezó a reinar en su interior.

Asuka abrió los ojos y mirando a Kazumi pronunció la palabra: Yurei.

-Yurei. Estas viendo a un Espíritu Yurei. Sé que estás confusa Kazumi. Esto es nuevo para tí. Pero ante todo, hemos de averiguar el porqué lo ves y qué tipo de de los cuatro que existen es.

-¿Tiene un vaso de agua, por favor? – le pidió Kazumi. – me encuentro algo – se interrumpió. Cansada.

-Sí, claro. Tenemos todo el tiempo. No importa ir con prisas. Es más, necesitamos tiempo para averiguar porque ves a un Yurei… – Asuka le dio tiempo para hacer una pausa y luego proseguir.

-¿Mejor? – preguntó Asuka

-Sí, mucho mejor, gracias – le contesto Kazumi.

-Existen cuatro tipos de Yurei…alguno más peligroso que otro por eso hay que tener cuidado.

-En serio! – se alarmó Kazumi.

-Pero antes de alarmarnos hemos de tranquilizarnos. – tal vez sea de los buenos – le tranquilizó.

-¿Que es un Yurei? – preguntó Kazumi.

-Los yūrei  son fantasmas japoneses. Como sus similares occidentales, se piensa que son espíritus apartados de una pacífica vida tras la muerte debido a algo que les ocurrió en vida, falta de una ceremonia funeraria adecuada, o por cometer suicidio.

Usualmente aparecen entre las dos de la madrugada y el amanecer, para asustar y atormentar a aquellos que les ofendieron en vida, pero sin causar daño físico.

Tradicionalmente, son femeninos, y están vestidos con una mortaja, un kimono funerario, blanco y abrochado al revés. Así como tú me has descrito al Yurei que ves por la noche.

-Ves estas cuatro velas que he encendido – dijo contemplándolas con suma atención

-Sí – respondió Kazumi.

-De acuerdo. Iré pronunciando los cuatro nombres de los diferentes Yurei que existen. La vela que permanezca encendida será la que nos indique de qué Yurei se trata. – dijo seriamente, mirando a Kazumi.

-¿Estas preparada? – le preguntó Asuka. – Kazumi asintió.

Nryou – pronunció la anciana. Espectros de mujeres que eran rechazadas por sus amantes. Viven en el mundo físico buscando venganza. Si fueron débiles en vida, en el más allá son muy fuertes. Buscan vengarse de su amante. – Si no eres uno de ellos, que la vela que nos ilumina se apague o por el contrario nos ilumine.

Silencio – La vela se apagó. No es un Nryou.

GoryouSon fantasmas vengativos que fueron martirizados en vida y que regresan por venganza. Pueden tener poderes sobrenaturales, como resucitar muertos, traer tifones o terremotos.

-Si no eres uno de ellos, que la vela que nos ilumina se apague o por el contrario nos ilumine.

Silencio – La vela se apagó. No es un Goryou.

Funayurei: Literalmente se traduce como “fantasmas de barco”, y son yuurei de personas que murieron en el mar. Se acercan a los barcos pidiendo una cubeta. Si se les da la cubeta, llenarán el barco de agua tan rápido que se hundirá en un instante. –

Si no eres uno de ellos, que la vela que nos ilumina se apague o por el contrario nos ilumine.

Silencio – La vela se apagó. No es un Funayurei.

UbumeMujeres que murieron dando a luz sin tener medios para proveer a su hijo una buena vida. El poder del amor les permite quedarse en el mundo terrenal para ayudar a sus hijos en tiempos difíciles o dejarles obsequios que después se convierten en hojas muertas. –

-Si no eres uno de ellos, que la vela que nos ilumina se apague o por el contrario nos ilumine.

Silencio – La vela no se apagó. Es un Ubume.

El Espíritu Ubume reapareció. Kazumi no podía creer lo que veían sus ojos. Atónita por lo sucedido y por las cosas tan extrañas que le estaban sucediendo, no sabía ya que pensar.Su cabeza daba vueltas, como si de un remolino se tratara…menos mal aún de la compañía de Asuka.
-Kazumi…¿Conociste a tu madre? – pregunto dubitativa la anciana, mirando a la Yurei.
-No…no la conocí. Falleció cuando yo nací. Eso me dicen mis abuelos.
-Kazumi el espíritu que ves, es el de tu madre – anunció Asuka.

Tu madre ha reaparecido para que tú supieras que no estas sola. Que ella no te ha dejado. Que a tu lado ella permanece, aunque ya no sea mortal. Kazumi aún no podía pensar con claridad. No se esperaba que Asuka le dijera que era su madre…lágrimas se esparcieron por sus mejillas, sin saber muy bien si de alegría o de tristeza o de ambas cosas.

-¿Que debo hacer? – pregunto Kazumi-Muy sencillo – y mirando a los ojos a la joven, Asuka le dijo: «No temerla», ni a los que puedas ver en un futuro. Ellos abundan en nuestro mundo. Naciste con ceguera y ahora ves con claridad y más allá que cualquier persona.Aprovecha este Don de ver las almas, e intenta estar en contacto con tu madre.

Seguro que ella quiere decirte muchas cosas, pero sobre todo; permanecer a tu lado.Mientras el Espíritu de su madre volvía a desaparecer lentamente, Kazumi abrazó a la anciana, dándole las gracias por todo. Seguiría sus consejos, como médium que era.

-Estábamos preocupados, Kazumi – le regaño su abuela.
-Lo siento, el tiempo ha transcurrido muy deprisa- Se disculpo Kazumi.
A partir de ese momento emprendió una nueva vida, un nuevo camino. Aprendiendo a ver todas aquellas cosas y aquellas almas que vagaban por la tierra que tan solo algunos tenían la fortuna de ver. Debía sentirse beneficiada por ese Don que la vida le había proporcionado. Podía ver a su madre.
Cada día que pasaba Kazumi se comunicaba con su madre, ahora ya no tenía miedo. Su madre estaba a su lado y ella podía verla. Era su secreto.
Asomada a la ventana de su habitación, una brisa otoñal le acarició la cara, suavemente.
Había dejado atrás la oscuridad, un horizonte le esperaba con los brazos abiertos. Mundos nuevos por descubrir y poder de esta forma absorber toda la energía positiva que le transmitieran.
Tenía todavía un largo camino por aprender de la mano de sus seres queridos y de las almas que vagaban por la Tierra.
 relato mes de mayo

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